Vídeo: España ganó su primera Copa de Europa el 21 de junio de 1964 venciendo a la Unión Soviética
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Información procedente de furiaroja.com
España había hecho forfait en la I Eurocopa (se retiró del partido de cuartos que le enfrentaba a la Unión Soviética por decisión política). Cuatro años después, España y la Unión Soviética se tenían que ver las caras esta vez para dirimir el II campeonato de Europa, cuya fase final (semifinales y final) se disputaba en Madrid.
La Unión Soviética, que se había decidido a participar en competiciones internacionales en la segunda mitad de los años 50 (el primer torneo que disputó fue el Mundial de Suecia de 1958), venía precedida por la fama de ser uno de los equipos más fuertes del mundo. Algunos decían que era el mejor. De hecho cuando llegaron a Madrid el último día de la primavera de 1964 eran los vigentes campeones de Europa y dos años después alcanzaron las semifinales en el Mundial de Inglaterra). Tenían un ataque de lujo – Chislenko, Anatoly Ivanov, Ponedelnik, Korneev y Jusainov- y una defensa poderosísima (los don centrales, Voronin y Shesternev, aparecían entonces regularmente en el equipo ideal de los mundiales de la época; Shesternev, incluso, fue seleccionado por el inglés Alf Ramsey como el mejor defensa central del mundo en el partido que enfrentó a una selección de la FIFA con Brasil en 1968 para conmemorar los diez años del primer campeonato mundial obtenido por los brasileños). Para colmo, bajo los palos se encontraba Lev Yashin, «La Araña Negra», que se encontraba en el mejor momento de su carrera (había sido galardonado con el balón de oro el año antes y es el único portero que ha logrado esta distinción hasta la fecha).
Equipo joven
La Selección Española presentaba un equipo muy joven que conducía en el terreno de juego un genio de la organización: el gallego «Luisito» Suárez, como era conocido cariñosamente por la afición. Un número diez exquisito que había sido fichado por el Milán después de su estancia en el Barcelona. Es el único jugador nacido en España que puede presumir de tener un balón de oro en su casa, el de 1960. Era el motor del equipo dirigido por José Luis Villalonga, que había optado por incluir como titulares a Marcelino y Carlos Lapetra, ambos de la famosa delantera de los «cinco magníficos» del Zaragoza. Lapetra tenía que competir para el puesto en la Selección con Gento y Collar, nada menos, lo que da idea de su extraordinaria clase.
El camino hasta la final
España había tenido una Eurocopa relativamente cómoda hasta alcanzar las semifinales (Rumanía y las dos irlandas no fueron enemigos para los nuestros, aunque Irlanda del Norte nos complicó las cosas más de lo esperado en octavos de final). Por fortuna se nos había concedido la organización de la fase final de la Copa de Europa de Naciones-aún no se había encontrado el término Eurocopa para simplicar el nombre del torneo- que consistía en cuatro partidos: las dos semifinales, partido de consolación (para el tercer y cuarto puesto) y la final. Así fue durante las primeras cinco ediciones, hasta 1980). No hubo tanta suerte en el rival que nos cayó en semifinales: la mejor Hungría que ha existido desde la de Puskas. España necesitó en el Bernabéu de la prórroga para alcanzar la final.
Cien mil espectadores
La tarde de un 21 de junio lluvioso cien mil espectadores se dieron cita en el estadio del Real Madrid para presenciar un acontecimiento deportivo y político a la vez. Era el año en que el Régimen de Franco conmemoraba un cuarto de siglo desde el final de la guerra civil: «25 años de paz», rezaba el eslogan. El Caudillo y su mujer, Carmen Polo, presidían el partido, acompañados de los prohombres del régimen: Muñoz Grandes, Camilo Alonso Vega y Solís. El juego no fue brillante desde el punto de vista técnico y resultó muy equilibrado. A la iniciativa y mayor empuje de la Selección Española, los soviéticos opusieron su gran cualidad, a saber, un juego impecablemente ordenado, pero al que faltaba imaginación. En general, predominó el juego defensivo y las dos retaguardias se mostraron muy seguras, con una importante excepción, las jugadas de los goles. Tanto Iríbar como Yashin (vestidos completamente de negro) apenas tuvieron ocasión de actuar, porque en las escasas oportunidades en que pudieron lucirse, el balón acabó en la red. No fue del día de los guardametas, ambos entre los mejores del orbe futbolístico.
Gol temprano
El primer gol llegó a los pocos minutos de la primera mitad en un error de la defensa soviética que dejó el balón a los pies de Chus Pereda dentro del área, casi en el punto de penalti, solo, y el entonces barcelonista no desaprovechó la oportunidad para fusilar a Yashin. No tardaron los soviéticos en empatar. El extremo izquierda Jusainov, el más peligroso de los soviéticos, aunque estuvo bien contenido durante casi todo el partido por Olivella que fue uno de los héroes del encuentro, se escapó por su banda y lanzó un tiro por bajo que no parecía presentar gran dificultad para Iríbar, pero el esférico botó delante del portero vasco colándose entre el suelo y el brazo del guardameta en su estirada y acabó alojándose en la portería. Con empate a un gol finalizaron los primeros cuarenta y cinco minutos.
El cabezazo de Marcelino
Tras el descanso, el juego siguió con la misma tónica de igualdad. Los soviéticos, sólidos y ordenados, mientras Luis Suárez continuaba con su papel de alma mater del equipo español, organizando el juego. Sólo faltaban seis minutos y la prórroga parecía inevitable. No había muchas jugadas de gol, pero si alguien creaba algún peligro era el conjunto español, sobre todo por la banda derecha, por donde se movían bien Amancio y Pereda. Así llegó el antológico gol de Marcelino. Un tanto que bien valió por todo el partido, quizá el gol más espectacular de la historia de nuestra Selección. En una escapada por la derecha, Amancio llegó casi hasta el corner y centró al área. El centro, a media altura, no era gran cosa y pudo ser interceptado por el ruso Shustikov, pero éste, a contrapié, intentó despejar de tijera de cara a su portería y falló. El balón llegó casi al punto de penalti a pocos centímetros del suelo, donde estaba Marcelino en una posición inverosímil para el remate, pero tuvo los reflejos suficientes para hacer un escorzo con cuerpo y cabeza, mientras se lanzaba al suelo y conectó un cabezazo fuerte y limpio que entró en la meta a poca altura, junto al palo izquierdo de Yashin, que, sorprendido, sólo pudo hacer la estatua y mirar como el balón tocaba la red. Un gol imposible cuando quedaban poco más de cinco minutos para la conclusión y que valió a nuestra Selección A el único título que campea en nuestras vitrinas. Como dato complementario advertiremos que las imágenes del gol que suelen pasarse por televisión han sido montadas, de manera que es Pereda el que aparece centrando, hay un corte de plano y se ve después a Marcelino rematar. En realidad, la jugada, muy similar a la que suele emitirse, fue de Amancio y no de Pereda. El triunfo sobre la URSS supuso un éxito deportivo y también político para el Régimen como pocos. Un día para la historia.